domingo, 17 de noviembre de 2013

“Yo me suicidé”

Se llama Esperanza y proclamó estas palabras, que suenas tan duras, ante el público que asistía a la estrena del documental Supervivientes, dirigido por Itziar Bernaola y Pablo Ferrán. Fue con motivo del Día Internacional del Superviviente a la Muerte por Suicidio, que en Barcelona organizó el pasado 16 de noviembre la Asociación Después delSuicidio, una entidad que agrupa a personas afectadas por esta situación y que pretende romper el tabú de la muerte por suicidio.

Esperanza es una mujer de más de 70 años que ayer por la mañana, pese al viento y la lluvia que caía en Barcelona, decidió asistir al Hospital de Sant Pau para compartir un sentimiento todavía muy íntimo. Y tras iniciarse el debate con los protagonistas del documental, muchos de ellos familiares de personas que se suicidaron, decidió dar un gran paso.

Se levantó de entre las últimas filas de la sala de actos, cogió el micrófono y espetó: “Yo me suicidé”. Quienes estábamos allí, unos todavía impactados por el documental y otros con el dolor visible en el rostro –porque allí había dolor, mucho dolor-, nos quedamos atónitos.

Primero fueron la vivencias de la Guerra civil española, de los aviones que sobrevolaban la ciudad y de las bombas y el sufrimiento de no saber nada del padre y después cuando ya se casó fueron los más de 30 años de malos tratos que recibió de su ya ex marido. “Me tomé más de 200 pastillas porque lo que quería era desaparecer de todo aquello”, explicó.

Pese a que lo intentó no lo consiguió. Porque unos días después abrió los ojos y vio que estaba viva. “Decidí que había dejado de ser aquella Esperanza y que a partir de allí debía aprovechar la oportunidad y convertirme en una nueva Esperanza, más positiva y más abierta a ayudar a todos”, argumentaba.

Y creo que lo ha conseguido, porque ayer estaba entre todos nosotros, con la fuerza de alguien que, de algún modo, se esforzaba en darnos a entender que había elegido volver a nacer, pese a que su ex marido, tras el suicidio, le había advertido que le gustaba la antigua Esperanza, la más sumisa.

Esperanza, que con este paso no hace más que dar todavía más valor a su nombre, tuvo ayer la oportunidad de conocer, a partir del documental Supervivientes, pero también del debate que se celebró después de la emisión, el sufrimiento de los familiares, que lejos de juzgar la decisión de las víctimas, intentaron analizar las claves y los sentimientos que les llevaron a procesar todo aquello.

“He pedido a algunos de mis hijos que me acompañaran hoy en esta reunión, pero finalmente he venido sola. Creo que hoy, cuando vuelva a casa les preguntaré a cada uno de ellos: ¿Qué sentimientos tuviste cuando yo me suicidé? ¿Cuáles fueron vuestros pensamientos? ¿Y ahora?”

Las entidades de apoyo a los supervivientes a la muerte por suicidio consiguieron ayer un nuevo trofeo:  romper una lanza para acabar con el estigma y la vergüenza que todavía rodean estas muertes. Al menos lo consiguieron con esta mujer. Queda mucho trecho por andar, pero ante todo hay mucha esperanza para conseguirlo.