A nuestra retina le llegan
cada vez más imágenes impactantes de personas de todas las edades removiendo
los contenedores de basura en busca de algún alimento “aprovechable” para
llevarse a la boca, o de gente, también de todas las edades, orígenes y clase
social, haciendo cola delante de los centros parroquiales en busca de azúcar,
harina, arroz, pasta, aceite y legumbres. Y ese impacto, por desgracia, se está
convirtiendo cada vez más en una costumbre.
El ascensor social y
económico se ha parado. Hace tiempo que se paró y parece que, en algunos casos,
está cayendo en picado. El alcance tan brutal que está adquiriendo esta crisis
económica hubiera sido impensable años atrás. Lamentablemente está igualando,
por abajo, a personas de distinta edad, espectro social, procedencia o
formación.
Hace pocos días pensaba,
¿cómo reaccionarías si un día entre esas personas encuentras una cara conocida?
¿Cuál seria tu actitud si un antiguo colega de trabajo un compañero de infancia
o juventud está entre esas personas? ¿Me acercaría a ella o daría media vuelta?
Probablemente a nivel global
ya hemos empezado a responder a alguna de estas preguntas. Cada vez surgen más
iniciativas solidarias de apoyo y cada vez hay una mayor respuesta, tanto a
nivel de las aportaciones, económicas y materiales, como del número de personas
que dedican una parte de su tiempo a ayudar a los demás.
Este mes de diciembre es un
claro ejemplo. Son diversas las iniciativas que tenemos ante nosotros, algunas
nacieron hace años y otras son más recientes, pero todas cuentan con la
voluntariedad y solidaridad de nuestra sociedad.
Hace tan sólo una semana la
Fundación benéfica Banc dels aliments (Banco de los alimentos) realizó la campaña
Gran Recapte (Gran Recolecta) para recaudar víveres para las personas más
necesitadas. Participaron casi 31.000 voluntarios que, en más de 360 poblaciones,
lograron que la sociedad civil catalana entregase más de 4.600.000 de kilos de
alimentos básicos.
La cercanía de la Navidad
parece que siempre remueve conciencias y hace que todos saquemos lo mejor de
nosotros mismos, pero probablemente este año –con la agudización de la crisis y
el impacto de los distintos recortes que han tambaleado profundamente nuestro
estado del bienestar- requerirá de un mayor esfuerzo e implicación social.
Esfuerzo e implicación
global, pero también esfuerzo e implicación en aquellas personas más cercanas,
familiares y amigos que pueden estar pasando un mal trago económico o laboral. Por
propia experiencia os puedo asegurar que tener cerca una mano amiga que nos
eche un cable siempre ayuda a salir adelante.
Porque, me sigo preguntando, ¿qué
pasaría si un día removiendo en los contenedores de la calle o en las colas de
los centros parroquiales estuviéramos tú o yo?