Sin pasión
no hay talento y quien tiene talento tiene una oportunidad. No son palabras mías,
son palabras de Zulema Gancedo, enfermera que tras 18 años en la gestión ha
vuelto a la asistencia, pero con una nueva mirada. “No he vuelto a hacer
asistencia como antes, ahora mi intervención se inicia y se acaba con la
aportación enfermera, ofreciendo un servicio finalista”, explicaba hace unos
días durante su visita en Barcelona.
A esto le
llamo yo empoderamiento enfermero. Esta enfermera, como muchas otras, ha
abierto camino en la profesión, apadrinó, el pasado viernes, los premios
#Tenimtalent (Tenemos talento), unos galardones auspiciados por la Societat
Catalano-Balear d’Infermeria que se estrenan como novedad y que se dirigen a
enfermeras y enfermeros jóvenes que despuntan y cuya aportación tendrá un
futuro impacto.
Decía
recientmente Dolors Juvinyà, la primera enfermera catedrática de Catalunya y
una referente en el mundo de la docencia, que a la profesión enfermera “le
falta conciencia colectiva, capacidad de reconocernos entre nosotros mismos,
para sumar y avanzar”. No puedo estar más de acuerdo con ella.
En una
profesión, como la enfermería, tan ávida de reconocimientos sociales, llega el
momento no sólo de reconocer y poner en valor la aportación de quienes me
preceden –las enfermeras somos así, olvidamos con demasiada rapidez aquellos
que pudieron ser nuestros referentes-, sino especialmente de identificar los
valores, el talento y las iniciativas de los que llegan pisando fuerte, muy
fuerte.
Enfermeras y
enfermeros como Alba Arocas, Míriam Rodríguez, Iris Lumillo, Adrián Márquez, Elisabet
de Mingo, Noemi Bellido, Jael Lorca,
Ester Risco, Irene Calabrés, Ariadna Sánchez, Jordi Mitjà e Irene Batuecas,
Ariadna Graells y Laura Porto, que hace sólo unos días fueron galardonados por su
talento.
Aquella tarde,
en la sede de la Academia de Ciencias Médicas y de la Salud de Catalunya y
Baleares, donde se hizo entrega de los galardones, se respiraba un poco de
emoción contenida y sobre todo ilusión, mucha ilusión. ¿Quién dijo que las
jóvenes generaciones de enfermeras no ponen pasión en lo que hacen? Porque yo
allí vi mucha y de la buena.
Antes de
cuestionarnos nuestra visibilidad o nuestro reconocimiento social, quizá
deberíamos hacernos una pregunta previa y ser capaces de mirar hacia adentro.
¿A estos jóvenes talentos, el resto de enfermeras y enfermeros les dejamos lucir?
Cuando yo
era un enfermero joven hablábamos del denominado techo de cristal, aquella
limitación que nos ponían otros, de manera consciente o inconsciente, para
impedir nuestro crecimiento profesional. ¿Pero qué hay del techo de cristal
formado por algunas enfermeras y enfermeros que impiden que el resto de
profesionales, mayoritariamente jóvenes, sean capaces de sobresalir?
Todos
conocemos algún caso, seríamos capaces de poner algún ejemplo. ¿Las enfermeras
y enfermeros más seniors, realmente les facilitamos las cosas? O en ocasiones,
les acompañamos un poco, sólo un poco, y cuando estos profesionales empiezan a
crecer, a coger velocidad para empezar a adelantarnos por la izquierda y la
derecha, les ponemos la bota encima por miedo. ¿Miedo a qué?, me pregunto.
Pero lo
cierto es que hay decenas, centenares y miles de jóvenes enfermeras y
enfermeros, ahora mismo invisibilizados por nuestro propio colectivo, que
esperan una oportunidad para sacar a relucir su talento. ¿Les dejaremos por fin
que empiecen a brillar?