Sábado
por la tarde, un día antes de la entrega de los Óscar en Hollywood y en casa
decidimos ir a ver la archinominada película La la land. Sorteamos la cola del cine y pocos minutos antes del
inicio del filme, una conocida bebida de refrescos me sorprendió con su nueva
campaña publicitaria, fresca y valiente. No sólo porque invita a vivir, algo ya
muy común con este tipo de productos, sinó sobre todo a hacerlo sin estar de
espaldas a la muerte. ¡Esto sí que es innovar!
El
anuncio empieza recordando que España es el primer país en donación de órganos
y después la voz en off invita a la audiencia a disfrutar de cada momento: “¡Celébralo!
Somos vivovientes”, recuerda.
Y
la imagen del final, la más impactante, una visión desde dentro de un hoyo.
Entonces, la voz sigue: “Amamos tanto la vida que cuando llegamos al final,
sólo te queda por decir, ahora que se lo viva otro”. De golpe, un joven con una
cicatriz –el supuesto receptor del órgano- sale de un quirófano por su propio
pie.
A
lo largo de la historia, se ha hablado de la muerte, en menor o mayor medida, a
través de la literatura, del arte, el cine o el periodismo, pero no ha pasado
lo mismo con la publicidad. Felicito a estos valientes creativos, de la agencia
McCann, que al fin se han percatado de la importancia de tener en cuenta la
muerte, no para vivir en tensión, sino para vivir degustando la vida hasta el
final.
¿Nos
cuesta hablar, preguntar y en algunos momentos hasta refererirnos a este
momento, verdad? Hay algunas excepciones, en todo ello, especialmente la de
aquellas personas que se ven obligadas, por su situación de enfermedad, a mirar
la muerte de frente, como Pau Donés, el cantante de Jarabe de Palo, que recientemente
ha concedido una entrevista para hablar de su recaída de cáncer y de sus
posibilidades de supervivencia.
Él
mismo, en un intento no sólo de romper el tabú de su enfermedad, sino en de la
propia muerte, incita al periodista a seguir preguntando por ello. "No te
cortes, pregunta, ¿qué pasa si se vuelve a reproducir el tumor?", le
espeta al entrevistador.
Porque
al fin y al cabo, vivimos como si no fuésemos a morir, tanto que hasta los
propios periodistas y publicistas, que a estas alturas se atreven con todo, en
pocas ocasiones se atreven a preguntar por la muerte a aquel que,
desgraciadamente, la lleva dentro o a preguntar a los que catan la vida sin
hacerlo de espaldas a la muerte.